Cuando la navidad perjudica seriamente la salud
La gestión adecuada, eficaz y eficiente de los recursos económicos asignados para ofrecer a las personas una atención sanitaria de primera calidad es el fin último de los dirigentes y cargos representativos de cualquier sistema sanitario. Cuando esto no se produce desde la más absoluta consideración de los ciudadanos y personas como el eje prioritario y todo lo demás pasa a un segundo plano, entramos en riesgo de suboptimizar la calidad de la asistencia sanitaria respetada.
Noviembre y Diciembre han suspendido las cuentas de los gestores de la Sanidad Pública malagueña igual que el caluroso Junio suspende a los malos estudiantes. No todas la culpas del año 2014 pueden atribuirse a la lacra de una pésima Gerente que ha dejado detrás de sí un rastro de dedazos y una fusión de hospitales que no ha entendido que el aceite y el agua no pueden mezclarse. Las cuentas y presupuestos sin cumplir no nos hacen reír ni siquiera con el chiste de que lo único que ha logrado que haya fusión entre los dos grandes hospitales de nuestraa capital es el Metro, siempre y cuando un coche no se cruce por en medio, claro.
Los tabloides malagueños se han iluminado esta semana con demasiadas noticias de la Sanidad “no sanitaria” de Málaga. Avances técnicos, desarrollo científico y hallazgos de laboratorio han dejado paso al cierre durante 3 semanas de 25 quirófanos (incluyendo todos los del Hospital Civil), consultas y varias plantas de hospitalización, con la consiguiente repercusión que ello tendrá en un aumento de las listas de espera quirúrgicas. Tres semanas que incluyen sólo 3 días festivos reales (25 y 31 de Diciembre, y 6 de Enero) y otros 2 “agregados”, no tan reales, que son pero no son laborables (24 y 31 de Diciembre). Nunca nadie preguntó a un paciente con cáncer si quiere pasar la nochebuena o la nochevieja engordando una lista de espera en casa al calor del brasero o en el Hospital ya operado. Los problemas de salud de verdad, los importantes, no cantan villancicos ni entienden de árboles de Navidad o bombardeos de “whatsapps” genéricos en busca de la originalidad pérdida; necesitan, más bien, llamadas de Santa Claus o de los Reyes Magos en forma de una fecha de quirófano inmediata que ponga fin a la ansiedad y abra la puerta de la esperanza. Los hospitales públicos no pueden entornar los estóres de sus ventanas tres semanas seguidas.
Hemos leído, también, que la clave de todo esto es la “falta de personal”. Que existen horas de débito acumuladas a lo largo del año a los profesionales sanitarios de los gremios de enfermería que hay que devolver en forma de días libres y, por tanto, en esos días devueltos, no hay personal. Si tienes una caja de mantecados y te la comes antes de la nochevieja, no te quedan para Reyes; no es que no haya mantecados, es que te los has comido, y si quieres seguir comiendo vas y te compras otra caja…., si tienes presupuesto, claro. Lo que no existe es dinero para compensar económicamente esas horas de más realizadas (que muchos cambiarían sin dudarlo por días libres en estos tiempos de crisis) o bien para nuevas contrataciones, y ahí es dónde está el quid de la cuestión. En las listas del INEM hay cientos de profesionales (vamos, “mucho personal”) dispuestos a coger las horas, días o semanas que ofrezcan. Que no nos engañen; esto es macroeconomía básica familiar.
Un día cualquiera de finales de Noviembre, un paciente ha podido ser diagnosticado en el Hospital Regional de Málaga de un tumor maligno, con biopsia ya hecha y todo, y estar ya con su estudio pendiente sólo de operarse. Ha podido ser enviado a las consultas de la especialidad correspondiente que, menguadas en estas fechas perinavideñas, han demorado su cita para ya mediados-finales de Enero. Entonces, el paciente entrará en una lista de espera quirúrgica saturada por las semanas previas de “bajo ritmo” laboral y, cumpliéndose aún el período de garantía del SAS para el tratamiento de proceso tras estar en lista de espera, podría operarse a finales de Febrero. Tres meses esperando con un cáncer desde el diagnóstico inicial. Esto, que presento como una suposición, no lo es tal sino la más pura realidad con nombre y apellidos. No establecer un silogismo de secuenciación entre todos los hechos que he reflejado desde que he comenzado a escribir es estar fuera de la realidad. Mala gestión de recursos, recortes y falta de personal repercuten en la calidad de la asistencia sanitaria prestada. Guste o no, desgraciadamente, es así.
Esta no es la Sanidad Pública que los ciudadanos merecen y por la que los profesionales han luchado y luchan. Los pactos sociales que marcan el derecho a la asistencia sanitaria pública de acceso universal son el mayor logro de nuestra sociedad democrática y el mayor pilar del estado del bienestar. Sin embargo, esto exige también la presencia de unos parámetros de calidad en la prestación de servicios que, habiendo sido fijados por la administración, nos hacen ver que se cumplen pero en realidad no se cumplen. Tres meses de espera para operarse de un cáncer ya diagnosticado pueden alterar la historia natural de la enfermedad y el pronóstico del paciente. Yo me pregunto si los usuarios conocen sus derechos realmente y si están en condiciones de exigir a la administración sanitaria el cumplimiento de sus compromisos como elemento vertebrador de calidad. En la era de la información, aún una gran parte de la población vive desinformada. Esto explica que se pueda asumir, así también, la normalidad de las largas listas de espera, las derivaciones a centros concertados y la despersonalización de la relación médico-paciente (la libre elección de médico especialista es una quimera), generándose una desafección peligrosa.
El gasto sanitario en personal, el famoso “Capitulo I”, supone más del 50% del presupuesto de la Consejería de Salud, Igualdad y Servicios Sociales. Su reparto a las ciudades andaluzas, que se realiza de forma capitativa poblacional estimada y considerando las variables ajustadas a la cartera de servicios que cada centro presta y la complejidad que aporta, no puede de ningún modo utilizarse para tapar las carencias de unos malos gestores que han firmado y aceptado sus contratos-programa y que no han sabido ajustarse a gastar el dinero que tenían de forma equilibrada. Nadie puede poner en duda la capacidad y empeño de los profesionales de a pie, verdaderos soldados de trincheras de la lucha diaria; a los que hay que cuestionar, señalar y exigir son a los gestores de la sanidad pública en Málaga, únicos responsables de una deriva que no se puede permitir que siga afectando a los ciudadanos y que es la única responsable de que en el recientemente publicado Monitor de Reputación Hospitalaria el principal hospital de la quinta ciudad de España sea sólo en nº24 de todos los hospitales públicos a nivel nacional. Monitor de Reputación Hospitalaria, por cierto, en el que los primeros puestos de los rankings están ocupados de forma casi absoluta por los hospitales madrileños (públicos, privados o paternariados mixtos), curiosamente en un tiempo en el que se nos vende a Madrid como el paradigma de la desatención al usuario y del vilipendio sanitario. Mucho a reflexionar.