Día mundial del cáncer
Hoy, 4 de Febrero de 2015, es el día mundial del cáncer, neoplasia maligna o tumor maligno, que como queramos llamarlo es lo mismo. El cáncer supone la causa más frecuente de muerte en las sociedades occidentales y es el eje alrededor del cuál muchos profesionales hemos construido la razón de nuestro ejercicio diario. Nuestra ciencia avanza y nuestra sociedad debe también hacerlo; el objetivo de luchar contra el estigma que para el propio paciente y para la percepción que la sociedad tiene sobre él de la palabra cáncer deber ser minimizado y, si es posible, eliminado. Este logro debemos construirlo entre todos y no puede en modo alguno vivirse como un estigma. Primero, los profesionales, dedicando tiempo, informando y formando a pacientes, familias y sociedad; después, el propio entorno del paciente, entendiendo que sólo desde la normalidad se va a poder ayudar de forma óptima a los pacientes; y, finalmente, las autoridades e instituciones sanitarias, que deben entender que la prevención, diagnóstico y tratamiento integral del paciente con cáncer debe ser la prioridad absoluta de la salud y la investigación relacionada puesto que es la causa más frecuente de mortalidad. El paciente con cáncer debe tener un durante y un después independientemente de su evolución; curarse no equivale al olvido porque las secuelas pueden existir y le miedo no es controlable. Ni la sociedad ni las autoridades deben olvidarse nunca del paciente que ha tenido o tiene cáncer. Esto es prioritario.
Tres puntos clave marcan, en mi opinión, la lucha contra el cáncer desde el punto de vista médico. El primero, la gran mejora y desarrollo de los fármacos quimioterápicos o citostáticos que, cada vez más dirigidos y con menos efectos secundarios, permiten tratar de forma más selectiva y efectiva los tumores; aunque queda mucho camino por desarrollar, estoy en condiciones de afirmar que en mis 20 años de ejercicio profesional he visto duplicarse la supervivencia media de la mayoría de las neoplasias malignas metastásicas y en ello tiene su base en la investigación traslacional y clínica que ha permitido la irrupción de nuevos fármacos en la práctica clínica diaria. El segundo, la mejora y refinamiento técnico de los procedimientos quirúrgicos y de los cuidados perioperatorios de los pacientes oncológicos; cirugías cada vez más extensas y agresivas (ver mi anterior entrada “Cirugía de máxima agresión”) pero al mismo tiempo mas seguras y con menos complicaciones, puesto que son llevadas por cirujanos expertos y bien formados en cirugía oncológica y en el seno de hospitales con unidades de cuidados intensivos dedicadas y que saben ir por delante de los problemas. No me canso de decir que los pacientes con cáncer “se la juegan” en su primera cirugía y por tanto nuestra exigencia debe ser máxima porque el pronóstico vital de nuestros pacientes depende de nuestra actuación. Y, tercero, el factor psicológico o psicosomático, el saber dar un trato humano y entregado a los pacientes, el estar siempre pendiente de ellos y de sus problemas, y el saber despertar en ellos y en su familia la necesidad del apoyo y de la interactuación constante para tener un paciente con la “cabeza fuerte”.
Sueño con ver convertido al paciente de cáncer en un paciente crónico como lo es el que tiene diabetes, el que padece del corazón o el que está trasplantado; un paciente que no tenga miedo a la sensación de que está al límite siempre. Es lo que estamos persiguiendo. No siempre se puede hablar de curación, por eso estamos buscando pacientes que vivan más tiempo y con la mejor calidad de vida posible. Cirujanos, oncólogos médicos y radioterapeutas, patólogos, radiólogos y psicólogos estamos luchando contra el reloj para revertir una historia natural que históricamente ha sido adversa para los pacientes con cáncer. A ellos y a sus familias quiero rendir mi homenaje en este día; me han dado mis mejores momentos profesionales y los más tristes, puesto que el día que operas un paciente con cáncer es tuyo, debe ser tuyo, para toda la vida y eso es hasta la curación o hasta la muerte. Gracias por todo lo que me han enseñado y he aprendido, gracias por todo lo que me han dado, gracias porque me han hecho sentirme parte de ellos y, no puede ser de otra manera, prometo seguir desempeñando todo mi esfuerzo y dedicación para poder atenderlos a lo largo de mi carrera.