Libre elección de médico de familia y de especialista en sanidad pública
Ayer (15 de Mayo de 2015) se publicó en Redacción Médica la noticia en la que a bombo y platillo se anunciaba, por parte de la Consejería de Sanidad del Gobierno Valenciano, que “La Comunidad Valenciana regula la libre elección en AP y especializada”, cuyo link podéis abrir y consultar abajo.
Se presenta la medida como un avance en la calidad de asistencia médica a los ciudadanos, y sin embargo esta decisión, que conlleva un importante componente propagandístico, debe tener un análisis no sólo desde el punto de vista de los ciudadanos sino también desde los profesionales.
En primer lugar, habrá que dotar a los ciudadanos o pacientes de elementos de decisión basados en la información para que puedan decidir o elegir realmente por quién quieren ser atendidos, lo cuál no sólo no es fácil sino que entraña el riesgo de incurrir en problemas de ética y respeto a los profesionales de la sanidad. Si ello no se hace, y la única manera de hacerlo es tener una visibilidad objetiva apoyada en una página web matriz de alta calidad que de forma estándar presente por igual a todos los sanitarios en función de sus méritos curriculares reales (y no sesgados por la cara de la meritocracia política que tanto se lleva en sanidad), se forzará a los ciudadanos a buscarlo por su cuenta y entonces las diferencias entre los profesionales serán más evidentes aún y el desequilibrio muy marcado. ¿Porqué?; pues porqué la visibilidad de los profesionales hoy en día se centra en su reconocimiento social (basado en el boca a boca intra/extrahospitalario y asociado frecuentemente a su trayectoria simultánea en la medicina privada), sus méritos científicos (presentes en Google y PubMed) y su presencia en las redes sociales y la blogosfera. Dado que esta información la tenemos asequible de primera mano todos los ciudadanos, se va a producir de forma poco controlable un acúmulo de pacientes a las puertas de unos pocos profesionales que serán los más solicitados. Estas diferencias en la apreciación y valoración externa de los profesionales se van a poner más de manifiesto en las especialidades quirúrgicas que en las médicas, puesto que en ellas es mucho más evidente la relación causa-efecto entre la actuación directa del profesional y el resultado terapéutico obtenido.
En segundo lugar, la asistencia sanitaria pública se regula por listas de espera (siendo las quirúrgicas las más expuestas la crítica social) y estas tienen una obligación por parte del proveedor público de servicios sanitarios que se limita por los decretos o tiempos máximos de espera que se compromete a no superar el sistema sanitario público para dar una cobertura correcta. ¿Cómo se va a gestionar un sistema autonómico de salud con listas de espera que no se articulen por centros y unidades de gestión clínica (según un sistema equilibrado de atención por población y área de salud) sino por profesionales como elemento de referencia (permitiéndose la libre circulación de pacientes de unas provincias a otras y de unos centros hospitalarios a otros)?. ¿Cómo va a responder el sistema de salud regional valenciano para poder asignar los recursos a cada centro en función del volumen y las necesidades de cada uno según los reclamos de cada especialista, en cada especialidad, en cada unidad de gestión clínica y en cada centro hospitalario o área de salud?. Sinceramente, veo muy difícil articular estas desigualdades que se crearían dentro de un sistema con unos recursos muy limitados, tanto humanos como técnicos ó económicos. La otra opción sería eliminar los plazos de decretos, con lo que se les diría a los pacientes que para que los opere quien ellos quieran tendrían que esperar más y se les haría entrar en desigualdad respecto a muchos otros usuarios, y el valor de la medida de la libre elección quedaría en entredicho.
Y, por último, queda por valorar en que puede afectarse a los profesionales de la sanidad por esta medida. Es de esperar que los pacientes elijan ser tratados por sanitarios con unas determinadas características según los criterios que antes ha presentado, y que van a ser un grupo más o menos amplio y casi siempre minoritario. Ello implicará consultas más saturadas, más enfermos para operar y, por tanto, más trabajo para unos médicos y menos para otros, con lo que se potenciará el prestigio y la visibilidad de ese grupo y se establecerá un círculo vicioso peligroso. En un sistema de retribuciones que se nutre de un sueldo fijo y que deja al complemento de productividad como un elemento marginal, es difícil asumir que unos trabajadores vayan a cargar con más trabajo que otros (¡con mucho más trabajo!) en las mismas condiciones. La alternativa, que es cambiar el sistema de retribuciones y premiar a aquellos que tengan más pacientes y más trabajo tampoco sería factible en un sistema como el nuestro porque crearía grandes desigualdades y rompería el equilibrio del ambiente laboral profesional. Esto abre las puertas a lo que yo creo que es una asignatura pendiente de la sanidad pública y que creo que habrá que abordar más pronto que tarde; el café para todos, en mi opinión, se debe terminar, y las retribuciones de los profesionales de la sanidad tienen que empezar a tener una componente de productividad en base a resultados reales, objetivos y medibles que no debe estar por debajo del 50% del total de los ingresos. Es la única forma de que entendamos nuestro compromiso con el sistema y sus resultados de la forma más clara posible, aunque pueda no gustar a sindicatos de clase, profesionales y muchos políticos.
En definitiva, mi reflexión es que el hecho de decir que se ofrece a los usuarios de la Sanidad Pública una libre elección de médico especialista en sencillamente engañarlos. No es factible en nuestro sistema de salud (ni regional ni nacional) porque las diferencias que establecerían entre los profesionales contribuirían a crear desigualdades de sobrecarga laboral entre ellos que o se compensan con un feed-back positivo (económico o no) o bien terminarían creando una idea de que se castiga a los profesionales “más buenos” y se premia de forma relativa e indirecta a los “menos buenos”. Y finalmente, los deseos de los ciudadanos chocarían con las necesidades y organización de actividad reales de las unidades de gestión clínica y sus directores, que difícilmente podrían encajar esta nueva forma de funcionamiento. Los tiempos electorales acarrean la salida a la luz de este tipo de medidas que sólo contribuyen a crear falsas expectativas entre los ciudadanos y perplejidad en los profesionales de la Sanidad. Bien lo sabemos aquí en Andalucía, en la que nuestro SAS vende una moto de libre elección de médico especialista desde hace tiempo que ni existe ni se espera que venga.
Artículo en PDF: Libre Elección de Especialista y Hospital SAS.pdf
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